25 de abril de 2013

En un mundo de peces y elefantes



E
Estás acostumbrado a que te reconozcan por la calle porque eres hijo/a de tal o de cual; en tu barrio, porque eres el dueño del coche tal o cual; y en tu entorno, por ser más o menos serio (porque has salido a tal o cual). Hijo de X, con un coche Y, habiendo salido Z… ¿Acaso eres una incógnita?.

Fuente imagen: depeces


La vida está llena de tales y de cuales pero, sin ninguna duda, tu punto fuerte eres tú mismo. No sólo sabes lo que has hecho en tu pasado sino que sabes lo que estás haciendo o estás dispuesto a hacer por alcanzar un objetivo futuro. Porque, salvo que estemos todos equivocados, valemos lo que hemos vivido.


Ahí quería llegar. Aunque también puede suceder en tu vida personal (seguramente), me preocupa más si lo hace en lo profesional o laboral:


En un escenario donde los peces son los jefes y empresas, no en pocas ocasiones habrás padecido la “fusta” de éstos para recriminarte una actitud, algún hecho o, simplemente, un resultado. Puede resultarte hasta injusto tener que padecerlo y te planteas algunas cuestiones sobre tu futuro en la empresa, sobre el sinsentido de las palabras que te golpean o, si llevan razón, la más considerada por ti en este momento: ¿por qué no se acuerdan de todos los éxitos anteriores?. ¿Hablamos de la denominada disfunción gerentil?


Como decía un antiguo y apreciado jefe al que recuerdo con especial gratitud, “Éxitos pasados no garantizan  éxitos futuros”. Es cierto, es como si la Vida llevara manos y manos (capas) de pintura donde sólo se ve la última y, si ésta no es de nuestro gusto o del que nos rodea…


Propongo reconvertirlos en Elefantes. Te preguntarás por qué. Pues por eso de que la memoria de éstos bien poco se parece a la de los peces y dicen acordarse de todo incluso con el paso de los años. Y te lo digo sin tapujos, advirtiendo la necesidad que hay de recuperar en los jefes de una empresa la visión global de la situación de cada persona y de humanizar mínimamente cada lugar, cada departamento de la empresa en la estás o llegarás a estar.


Del mismo modo que un vendedor que ha sido número uno en ventas durante años y cotizado en su empresa por ello, no creo que si no vende al año siguiente lo esperado de él no es motivo para recriminarle y sí para ayudarle a recuperar su nivel habitual de rendimiento. Ahí cobrar valor –y de qué forma- la categoría profesional y personal del responsable directo de este vendedor, quizás analizando las circunstancias y los valores a mejorar. También puede ocurrir lo contrario: que a ese vendedor lo despidan… O, quizás, ese administrativo bancario que lleva una década en su puesto y, de repente, “deja de ser útil”.


Cierto es que un profesional “debe dejar los problemas en casa” pero ¿y si el problema está en el trabajo”. Hay surgen nuevas preocupaciones que pueden llegar a pesar más aún hasta estrangular el rendimiento de un empleado.


A colación, me viene a la cabeza una anécdota de un psicólogo (recuperado por Pilar C.F., gracias):


   En una sesión grupal, un psicólogo levantó una vaso de agua y, cuando todos los asistentes esperaban la misma pregunta sobre si estaba medio lleno o medio vacío, sin embargo, éste pregunto:


   ¿Cuánto pesa este vaso?.
 
   Las respuestas variaron entre 200 y 250 gramos. “El  peso absoluto en sí no es importante, depende de cuánto tiempo lo sostenga”. Si lo sostengo un minuto, no tendré ningún problema; si es una hora, llegaría a dolerme el brazo; pero si lo sostengo un día, mi brazo se entumecerá y paralizará.


   Por tanto, aunque el peso del vaso no varía, cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado, más de difícil de soportar se vuelve”.


Fuente imagen: Facebook
   Y continuó diciendo: “Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasa nada; si piensas un poco más, empiezan a doler; y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado e incapaz de hacer nada”


Algo has de hacer. Por tanto, si no le encuentras lógica, dialoga y lucha por lo que te mereces, da un golpe en la mesa (metafóricamente, por supuesto) y haz valer tu trayectoria más que tu error puntual; haz ver tu profesionalidad y no tu humanidad al errar; pero, sobre todo, haz constar tu talento y tu afán de superación.


Demuestra que tienes fuerzas para levantarte cuando caes, demuestra que merece la pena ser elefante antes que pez y que –como no podía ser de otra manera- demuestra que eres tan bueno como el mejor.


¿Soltarías el vaso?

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